jueves, mayo 23, 2024

ARTE: ¿Contemporáneo?

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Ugo Mulas. Duchamp junto a su Botellero, en 1964.

En los últimos años y a partir de la aparición de ciertos personajes que no deseo mencionar –al menos no por su nombre de pila–, la polémica alrededor del arte, y en especial de lo que llamamos arte contemporáneo, se ha disparado.

Comenzando por la noción arte, la cual en definitiva no tiene una única definición, podemos darnos cuenta de la creencia tan extendida y arraigada del arte como expresión de sentimientos y de lo bello o de las “bellas formas”. En este sentido el arte académico  –por el cual estos “críticos” parecen tener cierta predilección– entra perfectamente en esta definición,  la proporción, la técnica, la expresión de lo bello.  

Andy Warhol. Brillo Box (Soap Pads), 1964

Sin embargo, es a partir del siglo XX y de los cambios que en él se gestan que el discurso artístico cambia también. Las llamadas vanguardias, término que proviene del lenguaje militar haciendo referencia a la fuerza de avanzada, son impulsadas por personajes que buscan un cambio en la producción artística de su tiempo, reconfigurando la noción de arte a partir de la confrontación con los movimientos artísticos anteriores, especialmente con el academicismo, (aunque muchos artistas que formaron parte de estos movimientos habían recibido una  sólida formación académica).

Estos movimientos artísticos renovaron la relación del individuo con la producción artística, al tiempo que deciden enfrentar al sistema a través de las técnicas, los materiales, las formas de representación, la libertad de pensamiento y expresión reordenando y llevando al límite las ideas, los procesos, los materiales y las técnicas. Es a partir de estas vanguardias que ha cambiado nuestra relación con las diferentes expresiones artísticas. El arte académico pierde fuerza y se incorporan nuevas maneras de formular nuestra relación con el mundo. Un siglo de guerras, movimientos sociales y revoluciones no puede quedar indemne en su relación con las artes.

ai weiwei, bang, installation view, 2013 imagen © designboom
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Regresando a los críticos a quienes menciono más arriba, quienes enarbolan ideales artísticos decimonónicos como los cánones preestablecidos, mismos que fueron desechados por las vanguardias del siglo XX, al dejar de pensar el arte como una “expresión de sentimientos” o como la “representación de lo bello”, el arte se encuentra profundamente ligado a los contextos geográficos, históricos, sociales, económicos, etcétera de las comunidades que lo generan, por lo que podemos entender que no se trata de un fenómeno aislado, sino que la expresión artística se nutre de diversas fuentes. 

No intento decir que el academicismo –por ejemplo-, no es válido, al contrario. El arte como una especie de radiografía de lo social, nos permite experimentar el mundo de otra forma, no solamente a través de cánones y reglas impuestas , sino como parte de un sistema de representación del mundo. En este sentido el arte contemporáneo nos presenta una forma distinta de relacionarnos con el mundo, una en la que la idea prima sobre la forma, sobre la técnica y muchas veces sobre los materiales.

Rosas para Stalin, 1949, Boris Ieremeevich Vladimirski.

No podemos descartar por supuesto la relación entre arte-economía-poder, ya que el arte también es eso, una actividad económica y sí, generalmente ligada a círculos de poder.

Pensemos en el Realismo Socialista en la URSS, o en el arte de la Alemania Nacionalsocialista, podemos incluso regresar al arte académico y recordar nombres como Théodore Géricault o Jacques Louis David, ¿qué hay en común entre ellos? Un arte ligado no sólo al Estado, al poder, creador de discursos legitimadores y generalmente con un buen patrocinio tras él, un soporte plástico para un discurso identitario con tintes fuertemente nacionalistas.

Términos como Arte VIP o Hamparte llenan hoy día las redes sociales, pregonando la farsa del arte contemporáneo, haciendo énfasis en lo redituable que resulta el arte actualmente y cómo pertenece únicamente a una cierta cúpula de poder. 

El arte contemporáneo nos obliga a pensar, puede gustarnos o no, sin embargo la idea, la crítica, el cuestionamiento, es lo que prima sobre la forma.

Maurizio Cattelan. Solid-gold toilet. Guggenheim Museum Rest Room. 2016

El arte como idea puede resultar difícil de entender y nos obliga a hacernos preguntas, a generar relaciones, a tener hasta cierto punto un contexto, de eso se nutre el arte contemporáneo en sus diversas formas, ya sean instalaciones, videos, esculturas, entre otras. El uso de objetos ya dados (ready made) como una tradición artística que remonta a Duchamp es un recurso muy socorrido. ¿Acaso los objetos cotidianos descontextualizados pueden ser arte? ¿Qué hace un mingitorio en la sala de un museo? 

En otras palabras, el arte contemporáneo es también un espacio que permite expresar con cierta libertad, opiniones e ideas que no podrían ser vocalizados en otros lugares o de otra manera.

Antonio Quiroz, es historiador del arte, apasionado de las lenguas, las letras y la filosofía. Políglota en potencia, recolector de recuerdos, cocinero de clóset y Godínez de 9 am a 5 pm. Síguelo en su cuenta twitter e instagram.

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