Julia Iturbe es una artista visual emergente, fotógrafa, colaboradora en la revista Girls at Films y estudiante de Cinematografía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quién en enero del 2020 fue becaria en el programa de Movilidad Estudiantil en la Universidad de Nanterre en París, Francia. Fue a partir de este viaje que se gestó un proyecto cinematográfico que fungiría como la reflexión conjunta entre la fugacidad de la imagen y la genealogía del sentir vuelto autobiografía. Este cortometraje no sólo nos habla de una experiencia particular de autoreconocimiento, sino un hecho íntimo qué se manifiesta de manera colectiva: La pérdida de la memoria y la recuperación posterior de la misma.
¿Cómo fué que nació este cortometraje y a la vez autobiografía?
Es una pregunta sumamente concreta y este cortometraje tiene una historia muy interesante. Cuando realicé este viaje, estuve 7 meses fuera del país y fuera de casa. En mi cumpleaños número 20 recibí de regalo una cámara análoga, sin embargo nunca antes había tomado fotos pese al ejercicio de la misma por mi carrera: Nunca me había considerado a mí misma fotógrafa.
Las fotografías tomadas eran producto de un pasatiempo, pero nunca pensé mis fotografías como algo más que la captura de cualquier evento, cómo cuando tu madre te toma fotos al bailar en un festival. La fotografía se volvió algo personal y algo privado. Pasé de tener mayor experiencia con esta cámara, como si ella misma fuese una extensión de mi cuerpo. Durante este tiempo en Francia tomé muchísimas fotos, volviéndome clienta de una casa de revelado. Encontré, a través de la fotografía una manera de capturar imágenes que me atraían completamente. Pero bajo el marco global de la pandemia muchas situaciones caóticas sucedieron: Pasó de ser un viaje de intercambio académico, a ser un proceso de afrontar realidades, miedos y soledades.
Tuve la oportunidad de cambiar la fecha de regreso a México a un mes después de lo planeado ya que estuve confinada dos meses. Amigas extranjeras que ya habían vuelto a sus países pudieron regresar a Francia para poder estar todas juntas: Durante estos 20 días que pasé en este lugar mágico, tomé fotos con esta cámara, con un rollo nuevo. El resto de las fotos fueron para mi familia, estos rostros que ya había visto antes pero eran nuevos a través de mi cámara. Fui a revelar las fotos de este rollo -las más felices de mi vida-, pese a ello, días antes de regresarlo sentí que había algo en la cámara por lo que la llevé a arreglar. Un presentimiento de incertidumbre me invadió, justo cuando sabes que algo anda mal. Al regresarla junto con el rollo para su revelado, me hicieron una devolución de mi dinero puesto que el rollo se encontraba vacío. En ese momento me llené de una sensación totalmente extraña, se confirmó ese presentimiento y me quedé en blanco. Me regresaron mi dinero y salí de ahí devastada: Perdí las imágenes más felices de mi vida para siempre.
¿Qué sucedió después de esta pérdida y cómo te afectó?
Fue un momento de duelo y simplemente me alejé de la cámara. No volví a tocarla ni a poner un rollo en ella. Me sentí triste y enojada conmigo misma por no darme cuenta. Recuerdo haber enviado un mensaje a un grupo que tengo con Mariela Morán y con Montse Carreto, para mí son mis fotógrafas favoritas y soy afortunada de tenerlas como amigas, son mis modelos a seguir para muchas cosas.
Al comentarles la situación esperé honestamente una reacción de desasosiego por su parte, justo como las que yo había tenido y sin embargo, nunca olvidaré que Montse en resumen me dijo que una de las magias que tenía el film 35 es qué uno nunca sabe qué es lo que hay detrás: Una toma la foto y no sabes cómo va a salir, si se va a quemar o si se va a perder. Las fotografías que una toma y puedes imprimir, postear o compartir, son para los demás, pero me dijo “estas fotos, van a ser tuyas por siempre. Las fotos las tomaste, estas fotos están en tus ojos, están en tu cabeza por siempre, nunca se van a ir y estarán ahí”. Fué algo qué me marcó y pienso todo el tiempo. Entré en el proceso de preguntarme… ¿Por qué tomo fotos y qué significan para mí?. Así como preguntarme sobre el apego de esta pérdida, fué reflexionar sobre la necesidad de la fotografía y la extensión de la mirada.
Tengo la sensación de qué mis ojos no son suficientes: Puedo ver la cosa más bella del mundo, pero parpadearé o me alejaré de ahí y esa imagen se perderá por siempre. La fotografía es un recurso para congelar la belleza de los momentos, de la luz y de las personas. Así surgió esta necesidad de llenar a través de la fotografía los vacíos de mi memoria.
¿Qué aconteció dentro de ti posteriormente?
Fué por esta pérdida que quise hacer algo que partiera de este vacío. Tengo como trauma grabada por siempre la imagen de este film, qué al extenderlo hacia la luz está absolutamente en blanco. Por ello quise hacer algo con ello, qué como mencionó Montse Carreto, el concepto del film y el destino: El film es una forma de hablar del destino porque nunca sabes cómo viene o cómo va a salir y no tienes el control sobre él. Justo me gustó esta analogía que dijo a manera de consejo pero cuya imagen me marcó muchísimo y estuve reflexionando en ello.
Soy colaboradora en “Girls at films” una revista genial que hizo cobertura en el festival de cine “Blank Canvas” en donde se asignaron cortometrajes y en el que Andrea Rendón, la creadora de este espacio, me escribió para anotarme en un corto que comentó me iba a gustar. Agradecí y ví el corto de Sofia Bohdanowicz: “Point and Line to Plane”, basado en el libro homónimo de Kandinsky. El cual habla de un proceso de luto por parte del personaje principal, análogo al de la directora y a través de este film, la relación entre la pérdida y el retrato.
Seguido de este fuerte duelo. ¿Cómo comenzó la realización de tu cortometraje más reciente?
Quise escribir sobre las imágenes. Esparcí las fotografías por la cama y las tomé con las manos. Las agarré y escogí, les dí significado e hice un conjunto. Agregué fotos mías pero qué no había tomado yo. Saqué la montaña de fotografías de la infancia que todas tenemos en nuestras casas y comencé a hacer esta curaduría: Tomé las fotografías que me hablaban aunque no reconociera su mensaje y quise escribir.
Tenía que escribir en color rojo, tanto por el poder del color, como por el gusto de mi letra en su tono. Busqué formas de escribir sobre las fotografías sin dañarlas, acudí a Valeria Fernández (diseñadora gráfica), para preguntarle sobre la técnica: Sugirió la digitalización pero preferí realizarlo manualmente. En ningún momento escribí un guión, no quise llevar mis pensamientos y sentimientos a una línea narrativa establecida, ni ponerle reglas, quise hacerlo lo más honesto posible porque creo en la honestidad del trabajo de uno. Puse el papel sobre el acetato y fuí describiendo lo que sentía.
¿Cómo aconteció el retrato de tu vida en las imágenes a través del cortometraje?
Fue un proceso de darme cuenta de cosas, qué yo sabía que sentía al observar fotografías mías de la infancia; pero qué nunca había reflexionado o externado.
Cuando la gente me dice “extraño mi infancia o era increíblemente feliz cuando era niño”, a mí me causa conflicto porque yo tuve una infancia muy buena pero creo que hoy en día soy mucho más feliz que cuando era niña, porque ya tengo este poder de hablar y comunicar, de proyectar y transmitir de manera más exacta lo que siento, a la par de la fotografía y del cine. Fue así que comenzó, esta reflexión sobre por qué no me sentía feliz si tenía una gran vida, sobre los sentimientos que tuve y la intensidad con la que sentía, por ello me impresionó bastante ver todo esto reflejado en las fotos.
Fue reconocer que aunque me realizaban preguntas sobre esta etapa de mi vida, yo no recuerdo nada: Sé que pasó eso, pero yo no estaba ahí. También fue el reconocer que cuando eres infante, todo el mundo te toma fotos, pero al paso del tiempo, todos dejan de hacerlo. No fue sino hasta el comienzo de la licenciatura que volví a tomarme fotos con una cámara estenopeica, realizada con una caja de cerillos. Así se dio este proceso de reconocimiento. El como se va, de la infancia, a la adolescencia y posteriormente hay fotografías más enfocadas: Fotos que yo tomé, al decidir qué es lo que puedo mirar.
Hace mucho tiempo, hice una lista en la qué escribí sobre las cosas que podrían hacerme más feliz, una de ellas fué esa: Tener una cámara y hacer fotos, lo releí y dije “es algo que puedo hacer”. La primera cámara que tuve, fue desechable y posteriormente Rodrigo Durana, me regaló otra y ese momento en el que la tuve en mis manos, fue uno de los más felices de mi vida: Para mí significó que ahora yo podía decidir.
Antes tenía fotos que los demás habían tomado de mí, y esas serían las fotos que durarían toda la vida, pero ahora yo tenía este poder en mis manos y dentro de 50 años esta foto va a persistir. Decidir y decir “esto es lo que quiero ver, y esto es lo que quiero hacer o esto es lo que quiero sentir”. Después de la pérdida de las imágenes y mi memoria, la realización de este cortometraje fue el confirmar que yo decido. Eso es todo lo que hay detrás y el mensaje principal.
Textos y entrevista por: Maribel Sánchez Roldán.
Maribel Sánchez Roldán. (1997, Puebla). Se ha iniciado en la literatura, traducción y enseñanza de las lenguas a edad temprana, lo que llevó a su primera publicación y colaboración poética en “Causalidades: Antología de poesía poblana” en 2013. Entusiasta de la filosofía, el arte, la guitarra, el canto y el dibujo. Actualmente, directora y docente en “Etymos”: Estudio de Lenguas Extranjeras.